UNA VELADA ESPECIAL EN CASA DE UN AMIGO

Ayer, 9 de marzo del 2006, asistí a lo que prometía ser una reunión social del reencuentro de amigos después de unas largas y merecidas vacaciones. Nada más lejano de ello. El dueño de casa, siempre de trato gentil, sostuvo el peso de la conversación en forma ágil e inteligente, amena y divertida. Fue raro que, en el escenario que planteo, se hayan conjugado la torpeza y el fanatismo de un comensal y amigo frente a un tema lleno de hermosura, de encanto, que se mueve dentro de lo sensible, de la empatía, de la poesía del sujeto. Todo ello, y mucho más, significa la política para mí. Sin duda, el significado formal es aquél sujeto que muestra habilidad y prudencia en el trato o manejo de temas. Nada más lejano de ello en ésta ocasión. Observé con desencanto la conjugación de verbos cargados de odios y resentimientos. Una izquierda que fue ofendida gratuitamente por un amigo carente de mística en su discurso. Un amigo que, al fragor del fanatismo, ofendió por el solo echo de pensar distinto. He meditado sobre este asunto en mi regreso a casa. Nada más tremendo que el desencanto social, el desencanto en el hombre. Sin embargo, reafirmo mi postura y acciones frente a los hechos que reclamo porque en la vida no he aprendido de lo lírico, sino de lo épico y dramático de las luchas sociales y del sufrimiento de las personas. Reconozco que, en mi vida, no me he quedado estacionado en el espanto y en lo impresionable de lo acontecido con la persona social. He aportado mi grano de arena a mi compromiso con la gente. No me he quedado en la apología del cambio, de la arenga. En lo personal, no creo en los cambios violentos; quedando claro en la historia que quienes lo han practicado, tarde o temprano, han demostrado haber enfrentado un tremendo fracaso. Creo en ese arte de representar los intereses sociales manejándolos dentro de un sistema respetuoso, pero firme. Por tal razón creo en la diplomacia. Pienso que a mi amigo lo mueven buenas intenciones, sin embrago, el exacerbamiento de sus resentimientos y odios lo alejan de los cambios sociales profundos. En lo personal creo en la razón del discurso, en la acción consecuente, en la sencillez del ideal. Pensar desde la perspectiva de la omnipotencia es adelantar la tiranía, comenzando con la tiranía del pensamiento. |
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