Claudio Araya Sotomayor

Estoy aprendiéndo a usar la página...a alguien se le ocurrió modernizarme...

Sunday, January 28, 2007

Mi amiga Luli Vouitton...una acuariana dispersa y glamorosa






Debo decir que no soy fanático de las creaciones odiosas del cantautor Alberto Plaza, pero cierto día escuché una canción que reza así:

“Lourdes pequeña inocente quiero contarte una historia y alimentar tu memoria niña de mirada ausente aunque eres tan diferente Lourdes, te quiero cantar a ver si logro llegar a ese planeta distante de donde eres habitante y donde no quiero habitar”

De inmediato intuí que su musa inspiradora era mi amiga Lourdes Andrés, situación que confirmé posteriormente. Sin embargo, nunca pensé que la bajeza de un hombre estuviera representada en ese cantautor. Al terminar de escuchar la letra quedó claro que, lo que no pudo obtener a través del amor, lo destruye con malos poéticos versos como un encantador de serpiente que, finalmente, lanza su ponzoña. Pero Lourdes no es, ni ha sido nunca, una Cleopatra. Sobrevivió a su veneno.

Afirmo que en compañía de mi amiga Lourdes siempre lo he pasado muy bien. Me río de lo simple que toma su vida y la vida, de lo obsesivo de su creación, de sus tiempos propios, de lo olvidadiza y dispersa, de su paranoia controlada que la hace, por momentos, mágica; dejando fuera todas las otras implicancias que indican, en términos psiquiátrico, una patología mental.

Ella hoy, 24 de enero, esta de cumpleaños. Frente a esta situación no me queda más que recordar la celebración de algunos de su cumpleaños a los que yo he asistido. El año 2005 realizó uno en la azotea de un edificio estilo francés de la comuna de Las Condes. La gente asistente a la celebración era variada, con historias distintas, mundos distintos y, lejos, lo más entretenidas que hay. Había artistas de la fotografía, artesanos, periodistas, arquitectos, productores, gay, pintores, etc., una gama extensa y representativa de una sociedad en ebullición y divertida. Todo ello me hizo recordar mis lecturas sobre la biografía de Andy Warhol y su taller “Factory”, un lugar de su creación donde concurrían actores, socialités, músicos y gente “under”. Ese mundo me resulta, en extremo, fascinante porque me hace vivir lo que no me permito comúnmente en la vida diaria. Las líneas simples y geométricas de la azotea junto a sus paredes blancas, creaban un minimalismo escenográfico donde los alambres, chimeneas y alquitrán del techo evocaban sensaciones diversas, pero todas muy agradables. Lourdes Andrés, ese día, fue poseída por Warhol y Wollheim…para dar paso a su celebración.

Otro cumpleaños emblemático, para mí, fue el año 2006. Ese día Lourdes invitó, a la inglesa como habitualmente se estila, lo que implica que cada uno paga lo suyo, para celebrar su cumpleaños con nosotros, sus amigos del grupo XYZ123. Lugar del encuentro fue el local que se ubica inmediatamente al lado del Tavelli de Providencia. El perfil de quienes integrábamos ese selecto grupo sugería personas con sus billeteras escuálidas pero, sin duda alguna, cargados de glamour y lejos lo más entretenidas para gozar la vida y reírnos de la misma. El café costaba $ 750, una diferencia significativa de $ 200 con el Tavelli. La celebración, previa información de la festejada, duraba hasta las 21:30 hrs., momento que ella se retiraría para asistir al agasajo que le tenían preparado sus amigos del grupo ABC1, en rigor lo opuesto al grupo XYZ123 en términos de billeteras, pero igual de entretenidos y agradables. Ese encuentro fue en un pub de una calle aledaña a donde nos encontrábamos. La homenajeada me solicitó que la acompañara para no esperar sola a las personas promotoras de dicho festín. Ofreció invitar a tomarme un trago para que la acompañara en la espera, sin antes dejar de indicarme que no tenía los recursos necesarios para pagar un trago caro. Considerándome muy empático, en relación al sentir de mi amiga, pedí una cerveza, que dicho sea de paso no es de mi agrado, la solicité combinada con Fanta. Lourdes me increpó sobre la solicitud de ese trago tan popular en un lugar tan chic, por lo tanto, sin pestañear siquiera, pedí un tequila margarita y, posteriormente, un vodka naranja a cuenta de la festejada. Palideció, pero dignamente guardó silencio. Popularmente a esa situación se le llama “pisarse la cola”. Sus amigos llegaron una hora más tarde de lo convenido. Eran muy divertidos todos, especialmente uno de ellos, un arquitecto con el que nuevamente me reencontré en una de esas ventas privadas donde se vende todo el menaje de casa, con obras de arte incluidas. En aquella oportunidad me quedé un rato más, a instancias de los organizadores, y gocé de los manjares solicitados descubriendo una amplia y generosa mesa. Pude comprender ahí la magnitud del sentimiento doloroso del pueblo francés frente la magnificencia del reinado de Luis XVI y María Antonieta de Austria, dando paso a la revolución y que dicho sea de paso…le costó la cabeza a la Toña.

Si de glamour se trata, nada más cercano a Lourdes con respecto al tipo de periodismo que practica. Reportó recientemente en París el aniversario de la empresa Benetton, con la familia completa presente; por mes y medio las pasarelas fueron como su propia casa, los encuentros sociales llenaron su agenda y las “beauty people parisinas” fueron sus amigas de juego. Cuando digo “juego” me refiero a que esta situación, en la vida de Lourdes, es solo un acento o una coma pero nada trascendental para generar un cambio de actitud en su divertida vida, la cual quedó en el registro de ella y de nosotros, sus amigos, para recordarla en nuestras tertulias otoñales como una anécdota más. Nunca supe cuándo partió rumbo al “viejo continente”, solo me enteré cuando me participó, a través de un mail, sus andanzas por París y Barcelona, en esta última estuvo en casa de su madre. Nada en ella me sorprende, ella es encantadoramente dispersa y olvidadiza, muy característico de su signo, Acuario.

Este año, 2007, la celebración de su cumpleaños no fue distinta a las anteriores. Días antes me invitó a alojar a la casa de su hermano Jordi, quien también es amigo mío, y que estaba cuidando mientras éste se encontraba de vacaciones. Llevé un arsenal de películas pirateadas y gozamos de ellas hasta alrededor de las 3 de la madrugada. A esa altura la paranoia invadió la noche; cada ruido significó un asaltante, en cada suspiro un asesino asechaba y en cada ladrido del perro anunciaba algún crimen que saldría descubierto al día siguiente por la prensa. Las personas de la empresa ADT, tan desprestigiada últimamente, eran acosados por nuestros constantes llamados telefónicos donde presagiábamos nuestro trágico destino y solicitábamos patrullas de vigilancia. Nuestra seguridad de vida, finalmente, la depositamos en los dígitos de la alarma, la que fue asimilada como una oración. Llegar donde se encontraban los botones de pánico fue ejercitada de tal manera que podíamos llegar ahí, aún sin tener ojos. En conclusión, cada uno se encerró en su habitación asegurando la puerta con un mueble para, posteriormente, dar paso al encuentro con Morfeo. Debo decir que esta especial situación me hizo recordar cuando, de pequeño, armaba mi carpa en el patio de mi casa en Concepción. Ahí surgían, en la noche, todos los gigantes, los fantasmas, y todos aquellos miedos infantiles que hacían de esa situación como algo único, memorable, mágico y…¡¡terrorífico!! El día de la celebración llegué tarde, cargando los productos para hacer un rico almuerzo al día siguiente, las que cocinaría y serviría en la terraza con vista a la piscina, acompañando con buenos mostos y una entretenida conversación donde los temas nunca se concluirían, finalmente, porque a medio andar…ya no recordábamos el tema o, sencillamente, ya no nos importaba lo que estábamos conversando; he ahí lo disperso de los comensales, Lourdes y yo. Bueno, volviendo al asunto; el tema al que apunto es que nos encontrábamos todos los invitados a la celebración…¡¡¡menos la festejada!!! Ella se había ausentado para comprar hielo con la típica frase “voy y vuelvo enseguida”…una hora más tarde regresa y recibe, con asombro, los saludos de sus invitados con una cara de sorpresa y encanto que me fue difícil no recordar a Cecilia Bolocco cuando ganó el título de Miss Universo. Entre las personas que ahí nos encontrábamos había otra acuariana genial, Nicole, quien es prima de la festejada siendo ella una artista y expositora de excelencia. Me fue muy grato ese reencuentro, no paramos de conversar nuestros temas de interés…el mundo espiritual, es decir, literalmente hablamos de lo humano y lo divino. Ahí se conformó, finalmente, la trilogía acuariana, Lourdes, Nicole y yo; tres sujetos unidos por el concepto esotérico del signo, aunque de personalidades distintas entre sí pero los tres de marcadas características como lo son a valoración de la amistad, el amor universal, el altruismo y, por qué no decirlo, las revoluciones sociales. Fue, una vez más, una velada memorable aquella, la del festejo de mi amiga Luli Vouitton, como la he bautizado.



Monday, January 15, 2007

CARNES AL DISCO DONDE EL LOCO CROVETTO


La invitación al asado de “El Loco Crovetto”


En la semana entre el 8 y 12 de enero del 2007 recibí la llamada de un personaje, que en el transcurso de los años ha hecho honor a su apodo, “El Loco Crovetto”, que bien pudo haber sido el inspirador del tango clásico “Balada para un Loco” de Ferrer. Me hace mucho sentido, cada vez que la vida me reúne con ese loco, la parte recitada de dicha balada cuyo texto dice así:

“…detrás de ese árbol, se aparece él,mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonteen el viaje a Venus. Medio melón en la cabeza,las rayas de la camisa pintadas en la piel…”

Siempre “El Loco Crovetto” ha hecho su aparición en mi vida en forma sorpresiva, como detrás de un árbol, cargado de una bolsa con sus kilos de historias fantásticas, con sus amores recién sacados de la mata y esa risa chillona con movimientos histéricos que lo hace tan peculiar, por momentos tan histriónico y, por qué no decirlo, a veces insólito. Sino fuera así, no sería “El Loco Crovetto”, por cierto.

La llamada que recibí en Santiago, atiborrado de risas e insólitas bromas, no daban paso al juego de las adivinanzas. Me anticipó una invitación a un asado en su casa, Chillán (nunca supe que viviera en dicha ciudad), para el sábado 13 de enero donde nos iba a presentar, y a participar, al “amor de su vida”, Carolina, con quien deseaba unirse en santo vínculo…o por lo menos, de manera civil. Finalmente logré captar quién era el que me anunciaba, tan animadamente, dicho festín que prometía senda bacanal. En mi heredada sordera y mal reconocimiento de registros casi cuelgo el teléfono molesto, hasta que escuché a tiempo “…soy Rodolfo”, sería todo; me invadió la desesperanza.

Me leyó el programa de actividades y me entusiasmó con unas “carnecitas al disco” que prometían. Convenimos que los finos mostos serían aportados por los invitados. Demás esta decir que, cualquier persona que se precie, de por lo menos, tercera generación con zapatos, sabe que esa es una regla básica que no la da el “Manual de Carreño”, sino el criterio y el agradecimiento por haber sido considerado a tan magno evento. Finalmente, con mi amigo Ignacio llegamos a Chillán; siempre este amigo mío ha dado muestras de su generosidad y apoyo…sobretodo si se trata de copete y comida. Partimos raudo al Hipermercado a comprar sendos lomos vetados, vinos y el consabido wisky como un aporte a tan publicitada bacanal. Cómo no teníamos idea de cómo llegar a la casa del festejo, gentilmente nos vino a buscar el dueño de casa. Ahí me hizo sentido la otra parte del tanguito aquel:

“…Medio melón en la cabeza,las rayas de la camisa pintadas en la piel…”

Sin duda alguna que si lo hubiese visto nuestro gran humorista, Coco Legrand, ahí mismo lo inmortaliza. Lo único que puedo decir es que…estaba de miedo. Es más, tuvo el tupé de enrostrarme lo grueso de mi cuello y ciertas “patitas de gallo” que indiscretamente se hacían presentes en mi anatomía. Ante tal afrenta guardé respetuoso silencio y agradecí, una vez más, al altísimo que mis pensamientos no fuesen leído o interpretados por el vulgo. Finalmente llegamos a destino. Me presentó a Carolina, su pareja. Ella sin duda es regia, unos ojos maravillosos y de mirada gentil. Obviamente, unos veinticinco años más joven que el fauno aquel. Ella se integró rápidamente al grupo de cuarentones tirando para los cincuenta. Comenzó la tourné; muy linda la casa y acogedora. Se nota el sentido estético y creativo en la casa de un artista. Finalmente llegamos a la presentación del disco donde íbamos a tirar las “carnecitas”. En lo personal, miré con insolencia y complicidad ese disco, aquel iba a sacarme de mi dieta e iba a dar curso a la gula. Siendo éste considerado dentro de los siete pecados capitales, no me importó. Las “carnecitas” ya estaban insertas en mis neuronas y habían carcomido mi voluntad. Observé la cara de los comensales y, seguro estaba que corríamos por la misma pista. Debo decir que fui testigo de un milagro, como en las “Bodas de Caná”, donde el agua se convierte en vino; acá, en Chillán, las “carnecitas al disco” se convirtieron en sendos tallarines Nº 97 sobrecosidos y pegoteados, donde las salsas pasaron a ser las reinas, por lo exquisito de sus sabores, por una combinación adecuada y con la condimentación precisa. ¿Una contradicción, dirá el lector? No se preocupe…la vida esta llena de contradicciones.

Fuera de esta anécdota, debo decir que, dentro de la creatividad de los anfitriones, maravilloso encontré la idea que los comensales escribiéramos en un cuadernillo la emoción de ese encuentro. Eso nos obligó a conectarnos con nuestra parte femenina y trabajar un área que, más que darla a conocer, luchamos porque no se vea, que no se observe que es hermosa. Creo que “El Loco Crovetto” existe en el pensamiento mágico de ese hombre melancólico, en lo poético de su recuerdo, en la nostalgia del tiempo que ya fue. Y mientras escribo, se me viene la idea que “El Loco Crovetto” estará en el imaginario colectivo de nuestra generación, sobreviviendo a Rodolfo; y a nosotros, los comensales que estuvimos ese 13 de enero en su casa, nos sobrevivirá el recuerdo de haber vivido el milagro que las carnes se hayan convertido en tallarines Nº 97 y, casi cantando y casi llorando salimos diciendo así:

“…Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao,no ves que va la carne rodando por Callao”

Sin embargo, quien nos fue a despedir a la calle fue “El Loco Crovetto” quien, con esa voz chillona, nos gritaba:

“…Quereme así, piantao, piantao, piantao...trepate a esta ternura de loco que hay en mí,ponete esta peluca de alondra y volá, volá conmigo ya:vení, quereme así piantao, piantao, piantao,abrite los amores que vamos a intentarla trágica locura total de revivir,vení, volá, vení, tra...lala...lara...”