CARNES AL DISCO DONDE EL LOCO CROVETTO
En la semana entre el 8 y 12 de enero del 2007 recibí la llamada de un personaje, que en el transcurso de los años ha hecho honor a su apodo, “El Loco Crovetto”, que bien pudo haber sido el inspirador del tango clásico “Balada para un Loco” de Ferrer. Me hace mucho sentido, cada vez que la vida me reúne con ese loco, la parte recitada de dicha balada cuyo texto dice así:
“…detrás de ese árbol, se aparece él,mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonteen el viaje a Venus. Medio melón en la cabeza,las rayas de la camisa pintadas en la piel…”
Siempre “El Loco Crovetto” ha hecho su aparición en mi vida en forma sorpresiva, como detrás de un árbol, cargado de una bolsa con sus kilos de historias fantásticas, con sus amores recién sacados de la mata y esa risa chillona con movimientos histéricos que lo hace tan peculiar, por momentos tan histriónico y, por qué no decirlo, a veces insólito. Sino fuera así, no sería “El Loco Crovetto”, por cierto.
La llamada que recibí en Santiago, atiborrado de risas e insólitas bromas, no daban paso al juego de las adivinanzas. Me anticipó una invitación a un asado en su casa, Chillán (nunca supe que viviera en dicha ciudad), para el sábado 13 de enero donde nos iba a presentar, y a participar, al “amor de su vida”, Carolina, con quien deseaba unirse en santo vínculo…o por lo menos, de manera civil. Finalmente logré captar quién era el que me anunciaba, tan animadamente, dicho festín que prometía senda bacanal. En mi heredada sordera y mal reconocimiento de registros casi cuelgo el teléfono molesto, hasta que escuché a tiempo “…soy Rodolfo”, sería todo; me invadió la desesperanza.
Me leyó el programa de actividades y me entusiasmó con unas “carnecitas al disco” que prometían. Convenimos que los finos mostos serían aportados por los invitados. Demás esta decir que, cualquier persona que se precie, de por lo menos, tercera generación con zapatos, sabe que esa es una regla básica que no la da el “Manual de Carreño”, sino el criterio y el agradecimiento por haber sido considerado a tan magno evento. Finalmente, con mi amigo Ignacio llegamos a Chillán; siempre este amigo mío ha dado muestras de su generosidad y apoyo…sobretodo si se trata de copete y comida. Partimos raudo al Hipermercado a comprar sendos lomos vetados, vinos y el consabido wisky como un aporte a tan publicitada bacanal. Cómo no teníamos idea de cómo llegar a la casa del festejo, gentilmente nos vino a buscar el dueño de casa. Ahí me hizo sentido la otra parte del tanguito aquel:
“…Medio melón en la cabeza,las rayas de la camisa pintadas en la piel…”
Sin duda alguna que si lo hubiese visto nuestro gran humorista, Coco Legrand, ahí mismo lo inmortaliza. Lo único que puedo decir es que…estaba de miedo. Es más, tuvo el tupé de enrostrarme lo grueso de mi cuello y ciertas “patitas de gallo” que indiscretamente se hacían presentes en mi anatomía. Ante tal afrenta guardé respetuoso silencio y agradecí, una vez más, al altísimo que mis pensamientos no fuesen leído o interpretados por el vulgo. Finalmente llegamos a destino. Me presentó a Carolina, su pareja. Ella sin duda es regia, unos ojos maravillosos y de mirada gentil. Obviamente, unos veinticinco años más joven que el fauno aquel. Ella se integró rápidamente al grupo de cuarentones tirando para los cincuenta. Comenzó la tourné; muy linda la casa y acogedora. Se nota el sentido estético y creativo en la casa de un artista. Finalmente llegamos a la presentación del disco donde íbamos a tirar las “carnecitas”. En lo personal, miré con insolencia y complicidad ese disco, aquel iba a sacarme de mi dieta e iba a dar curso a la gula. Siendo éste considerado dentro de los siete pecados capitales, no me importó. Las “carnecitas” ya estaban insertas en mis neuronas y habían carcomido mi voluntad. Observé la cara de los comensales y, seguro estaba que corríamos por la misma pista. Debo decir que fui testigo de un milagro, como en las “Bodas de Caná”, donde el agua se convierte en vino; acá, en Chillán, las “carnecitas al disco” se convirtieron en sendos tallarines Nº 97 sobrecosidos y pegoteados, donde las salsas pasaron a ser las reinas, por lo exquisito de sus sabores, por una combinación adecuada y con la condimentación precisa. ¿Una contradicción, dirá el lector? No se preocupe…la vida esta llena de contradicciones.
Fuera de esta anécdota, debo decir que, dentro de la creatividad de los anfitriones, maravilloso encontré la idea que los comensales escribiéramos en un cuadernillo la emoción de ese encuentro. Eso nos obligó a conectarnos con nuestra parte femenina y trabajar un área que, más que darla a conocer, luchamos porque no se vea, que no se observe que es hermosa. Creo que “El Loco Crovetto” existe en el pensamiento mágico de ese hombre melancólico, en lo poético de su recuerdo, en la nostalgia del tiempo que ya fue. Y mientras escribo, se me viene la idea que “El Loco Crovetto” estará en el imaginario colectivo de nuestra generación, sobreviviendo a Rodolfo; y a nosotros, los comensales que estuvimos ese 13 de enero en su casa, nos sobrevivirá el recuerdo de haber vivido el milagro que las carnes se hayan convertido en tallarines Nº 97 y, casi cantando y casi llorando salimos diciendo así:
“…Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao,no ves que va la carne rodando por Callao”
Sin embargo, quien nos fue a despedir a la calle fue “El Loco Crovetto” quien, con esa voz chillona, nos gritaba:
“…Quereme así, piantao, piantao, piantao...trepate a esta ternura de loco que hay en mí,ponete esta peluca de alondra y volá, volá conmigo ya:vení, quereme así piantao, piantao, piantao,abrite los amores que vamos a intentarla trágica locura total de revivir,vení, volá, vení, tra...lala...lara...”
1 Comments:
Gracias amigo, de igual forma te pido disculpas si fui poco adecuado pero recuerdo que lo esencial es saber que amigos como nosotros no existen o ya no quedan
Un abrazo.
rcl
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