Claudio Araya Sotomayor

Estoy aprendiéndo a usar la página...a alguien se le ocurrió modernizarme...

Thursday, April 12, 2007

CUENTOS URBANOS II: IMPRESIONES SOBRE "SER DIGNO DE SER"

Tiempo atrás, al leer la cartelera de películas, me llamó la atención un título “Ser Digno de Ser”, gustándome porque me hacía sentido en lo poético, en lo lírico. Calzaba con mis sueños de lograr ser una mejor persona, de soñar con una sociedad más justa. Por ello ayer miércoles, como los cines cuestan un poco más de la mitad de precio y el cine-arte estaba en un área cercana a mi departamento, evitándome las angustias de una frecuencia nocturna inexistente que se me presenta agresiva con el nuevo sistema de transporte público llamada, tan pomposamente, Transantiago, fui a verla.

Iba a asistir al cine con un amigo, sin embargo presentí que debía ir solo. Llorar me pone muy feo porque me pongo inconsolable y no duermo bien tratando de procesar el por qué de los por qué. Eso me sucedió anoche; cansado de llorar en el cine, de tener la mala fortuna de salir y encontrarme con un conocido que me mira con espanto por mis ojos hinchados y brillosos y preguntarme la razón de ello, de subir al transantiago y que una persona me ceda su asiento suponiendo que mi malestar, a simple vista, se debía a “esas” patologías que se han gatillado por este gran cambio urbano. Resumiendo: cercano a las cuatro de la madrugada desperté y estoy sentado frente a mi laptop (…que hasta hace poco para mi era mi notebook), escribiendo mis impresiones de anoche.

Si bien la película es muy intensa en cuanto a golpear las emociones básicas propias que me hicieron impacto de entrada, el ser de una extensión considerable donde sentí, por momentos, la pérdida del hilo conductor de lo que le estaba ocurriendo al protagonista y más allá del problema épico que significó el éxodo de los etíopes judíos a Israel, concluyo que todo valió la pena porque me procuró indagar en mi memoria y reflotar partes de mi vida que tenía perdida u olvidadas o que no me había percatado de lo importante que habían sido en su momento y que habían quedado registradas en mi disco duro sin yo pretenderlo. Tal fue la situación fotográfica de la película, los tonos color tierra, las mujeres envueltas en paños color crudo, los hombres con turbantes rasgados por el viento y los movimientos propios, sus rostros misteriosos mostrándose entre luz y sombra, esa belleza fotográfica de una pobreza grosera, de infancias marginales cubiertas de tierra y viento, de un hambre que te seca el alma, madres que día a día se enfrentan a la decisión de postergarse por una esperanza de vida: sus hijos. Es ahí donde me pregunto dónde estaba el Dios Padre Omnipotente y JUSTO que me inculcaron de pequeño. Es ahí donde encuentro sentido a lo que siempre he sospechado, y en estas situaciones pasan a ser certezas, la existencia de un dios mezquino, injusto, discriminador, insensible y absolutamente despreciable. Sin embargo, el Dios generoso y fuerte que he conocido ha sido a través de lo épico, del Dios que esta dentro de cada persona que ha sufrido y ha luchado por cambiar su estado, de cada persona tratando de sobrevivir en sociedades perversas e intolerantes, de cada persona víctima de estados dictatoriales donde el lema “Por la Razón o la Fuerza” pasa a dar la justificación precisa a sus incapacidades intelectuales.

También esta película me hizo recordar cuando, en noviembre de 1996, montado en un camello cercano a la ciudad de Jerusalém (el animalito es precioso, pero me llené de pulgas), pasee por esos lugares desérticos donde, acompañado por el sonido proveniente de los minaretes de un pueblo cercano llamando a la oración, pude observar a los pastores árabes en sus tiendas de tela cruda conviviendo con sus animales. Por más que el guía me decía que eran pastores de cabras, en mi mente eran los beduinos que, en mis lecturas infantiles de “Las Mil y una Noches”, se hacían presentes. En ese momento pude dimensionar la fuerza que alcanzaba en mí esos silencios mágicos y solitarios que tuve en esa oportunidad. Sentado en una roca milenaria a las afueras de una iglesia de los tiempos de Jesús, observé el entorno buscando registrar en mi mente las sensaciones, los recuerdos, las imágenes. Nunca me he puesto a pensar por qué el pueblo árabe, con toda su cultura y naturaleza, me han sido especialmente atractivos. Recuerdo cuando visité la exposición de Claudio Bravo en el museo de Bellas Artes, varias de sus obras me resultaron en extremo atractivas, básicamente todas las que pudieran estar relacionadas al mundo árabe en cuanto a telas, turbantes, jarrones, y dos especialmente, “El Velo” y “El Turbante Rojo”.

Otras de las áreas que me hizo aflorar la película mencionada fue algo que me he negado a pensar siempre y que ahora busco identificar. A lo largo de los años he pretendido justificar de mil maneras la ansiada paternidad. Tiempo atrás, en esas conversaciones de amor-odio con mi amigo Daniel, hablando de nuestros sobrinos, y herederos de nuestros cariños y esperanzas, pude definir lo temeroso que he sido en ese aspecto. Asumiendo mi identidad homosexual, y viviéndola sanamente en una sociedad que reconozco perversa, el tema de la paternidad me resulta doloroso. Para Daniel, de acuerdo a lo conversado recientemente, da una salida adecuada a tal situación; yo, en cambio, asumo que, a través de mecanismos defensivos, me he negado un derecho que me resulta propio y natural… pero no me atreví. Considerándome un guerrero duro de matar, la presencia de un hijo me haría en extremo vulnerable porque siempre me postergaría por él (y como formador correspondería), y cada dolor de él tuviera se repetiría mil veces en mí. Por tal razón, cuando en la película veo a una madre judía luchando contra la discriminación que su propio pueblo le ha propinado a su hijo, por ser etiope y negro, el amor de esa madre realza la fuerza y belleza de la acción llevándola a niveles sublimes…pero también realza mis carencias y frustraciones dando paso a un llanto que por momentos me resulta incomprensible.

La película maneja y entrega mucha información de sociedades actuales en conflicto de las que no estoy obligado a procesar ni a hacer una apología sobre el bien o el mal, o de lo correcto o incorrecto; sin embargo solo me he referido a la motivación para ver esta película las cuales fueron ampliamente satisfechas por las emociones evocadas logrando así …tratar de “ser digno de ser” una mejor persona, tratar de “ser digno de ser” mas solidario, tratar de “ser digno de ser” mejor hijo, tratar de “ser digno de ser” un mejor hermano, tratar de “ser digno de ser” un mejor amigo.