Claudio Araya Sotomayor

Estoy aprendiéndo a usar la página...a alguien se le ocurrió modernizarme...

Saturday, June 03, 2006

RECORDÁNDO A MI MEJOR AMIGA: MI ABUELA


Hoy, 29 de mayo del 2006, cumplió mi “Ita Lily” quince años de fallecida. Mi sobresalto de siempre fue el temor de olvidar su rostro, su manera de hablar y sus características personales que la hacían ser muy amada por mí y mis hermanos. Tal situación me ha llevado a una práctica inusual, que consiste en tostar el pan hasta que se queme con el consabido olor a humo, situación realizada por ella permanentemente…esa peculiar circunstancia activa mi memoria, estableciéndolo como algo habitual en el período más melancólica del año, el invierno.

Recuerdo cuando de pequeños, mi abuela nos visitaba en Concepción cerca de la temporada de navidad. Con mucha ansiedad esperábamos la llegada del bus. Nuestro juego consistía en adivinar en cuál bus venía ella. Bajaba cargada de paquetes, bolsas y una tremenda maleta de cuero café con amarras. Años después supe que esa maleta traía, para nosotros sus nietos, la navidad con sus regalos y dulces. En esa infancia cargada de pesares mi abuela representaba mi descanso, lo mágico; su mundo de príncipes y princesas alimentaba mi imaginación. Anhelaba dormir con ella tomado del lóbulo de su oreja, manía la que hasta hoy sostengo.

Su personalidad peculiar me hacía admirarla, aún generándome mucha ansiedad por las persistentes torturas provocadas por mi padre, quien constantemente se sentía muy disminuido frente a esta señora de estampa real y alma noble. Mi abuela, sin pretenderlo, esculpió el mundo de mis afectos; generó valores importantes para mí como lo son la lealtad, la tenacidad y la entrega. Su personalidad independiente potenció en mí la búsqueda constante del autoconocimiento, devengando mi derecho a ser feliz, y más aún, luchar para lograrlo.

Fue mi gran amiga a quien le participé todo mi mundo, sin exclusiones, de mis amores, de mis proyectos, mis logros y también de mis frustraciones. Ella me escuchaba, deseando saber más del mundo que yo había abrazado. Sin embargo, su gran preocupación para conmigo, era que percibía el difícil camino que yo había elegido para ser feliz. Jamás una crítica, siempre conversábamos los temas que a mí, muchas veces, me complicaba debido a que ella era una persona bastante mayor y, en la no menos veces, por mi soberbia y falta de humildad, subestimé su apertura y sabiduría de vida. Ella realmente fue mi madre, porque colmó un espacio vacío que lo llenó de amor, de comprensión y de tolerancia surgiendo naturalmente, sin ese “doloroso sacrificio convertido en la cruz de Cristo”…y a los quince años, frente a la más linda comunión de abuela y nieto, me dijo “…yo solo te quiero negro, y que se venga el mundo abajo, si así lo desea”. Con esas palabras, un año después, comencé a construir mi mundo en base a la realidad.

Mi abuela amaba intensamente la vida. Yo, al vivir con ella muchos años, siempre la escuché decir “el próximo año voy a pintar el departamento”, “a fin de año voy a mandar a hacer tal mueble”, “quiero ir a ver tal departamento para ver cuánto cuesta”…y ahí partíamos los dos a ver uno, le gustó especialmente uno en Ramón Carnicer (hoy convertido en Apart Hotel). Su vida siempre estuvo cargada de proyectos, jamás quiso pensar en irse…y tenía noventa años. Ella seguía soñando y yo quería seguir creyendo en sus sueños. Por tal razón su muerte me golpeó tan fuerte, nunca me quise preparar para ello.

Recuerdo la última navidad que pasamos juntos. Ella me participó que no deseaba ir a Concepción, quería estar tranquila en su departamento. Esa navidad la pasamos los dos solos. Los regalos preferidos de ella eran las cremas para la cara, los chocolates y las flores, en especial las calas. Le gustaba que hubiese hartos paquetes envueltos, todos con sus cintas de colores. Esa noche hice la navidad para ella; llené la alfombra de muchos regalos, todos de costos muy simples pero decorados muy elegantemente. Le avisé que el viejo pascuero ya había pasado y dejado los paquetes; ella, de inmediato, salió del baño hacia la ventana y apuntó hacia las estrellas y me dijo “allá va el pascuero…desde chica que se me escapa, pero ahora lo vi”. Ella se metió en el mundo mágico, y fue la protagonista. Posteriormente bajamos a la calle a quemar estrellitas, gozaba ella girándolas para que yo las lanzara al cielo. Así era ella.

Así, de esta forma tan simple, mi abuela marcó y ha seguido perfilando mi vida actualmente. Comprendí que mi vida se ha ido formando en sus áreas, no por compensación, sino por formación, donde se comprometen valores inculcados por esta unión simbiótica de abuela y nieto.

Escribo estas líneas en recuerdo de lo bonito que fue vivir al lado de mi abuela Lily, Ita para nosotros sus nietos y Lillian Brower Longworth vda. de Sotomayor para los demás, como a ella gustaba de presentarse. Y así de sencilla y, a su vez, glamorosa se fue el 29 de mayo de 1991.




2 Comments:

Blogger mariela paniagua gonzález said...

Claudito, puedo decir que fui testigo del amor que compartían tu abuela Ita y tu.
Ella, tan amorosa siempre, está viva en mi memoria. Sus ojos de azul vivo aún me miran juguetones y sonrientes!... También me conmovió su partida y tuve mis temores por ti porque no quería que te me derrumbaras. Increíble cómo pasa el tiempo!!!. Lindos recuerdos en su nombre.

5:31 PM  
Blogger ELENA said...

Gracias. Este texto es un regalo para muchos que nada tuvimos que ver con tu historia, pero que sentimos reflejada la nuestra de manera tan pura. Y al mismo tiempo abrigamos secretamente la esperanza de ser algún día lo que ella fue, de heredar amor por la vida, capacidad de soñar y la certeza de que podemos ser amados incondicionalmente.

3:47 PM  

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